Lo prometido es deuda II
Rojo teja
La ventana mostraba un cielo de ciudad, con una ciudad llena de exilios bajo él. Comenzaban a llegar las fechas que se escriben en el calendario con tinta fría, eran esos días en los que se agradece el reencuentro con la sensación que deja la ropa más gruesa, más cerrada, en definitiva: más ropa. Una taza de café gastado descansaba sobre la mesa, junto a un paquete de cigarrillos arrugado, y un papel amarillento a medio escribir, hecho por el olvido de las letras. La decoración del cuarto se limitaba a una vieja mesa de madera, aquejada de cojera, acompañada por dos sillas, también robadas a un árbol cojo. El resto de la estancia estaba desnudo, tanto en el suelo, como en las paredes, el minimalismo era un exceso desconocido bajo ese techo, con la excepción de la ventana. Él se encontraba sentado frente a ella, llevaba horas así, y sabía que en otro lugar, y frente a otra ventana, una mujer reinventaba otra historia...